viernes, 12 de diciembre de 2008

Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla

Hace una semana estuve reunido con un grupo de jóvenes de la IEP de diversos lugares del Perú. Por casualidad salió a luz el tema del racismo y mencioné las luchas del pastor bautista Martin Luther King. En una cara de extrañeza, todos los jóvenes presentes me preguntaron ¿y quién fue ese pastor?. La cara se me cayó de verguenza ... ¿cómo estamos olvidando nuestro pasado histórico?. Quisiera motivar a toda esa juventud a recordar el tan conocido refrán de los historiadores: "quien no conoce su historia, está condenado a repetirla".

Comparto con ustedes un buen artículo de Julián Casanova sobre la vida del Pastor Bautista Martin Luther King.


MARTIN LUTHER KING

Su voz se convirtió en el ejemplo de la dignidad y el valor en la lucha por los derechos civiles. Pero un 4 de abril de 1968, el líder de esa causa en los Estados Unidos de América, Martin Luther King, fue asesinado por James Earl Ray en un hotel de Memphis. Ésta es su historia. Era un hombre profundamente religioso que, según le gustaba recordar, creció en una iglesia. Su padre era un predicador, como su bisabuelo, su abuelo, su hermano o el hermano de su padre.
Descubrió muy pronto que él, su familia y quienes tenían la piel como ellos, negra como el asfalto, pertenecían a una casta inferior en el orden blanco que les rodeaba.
Aprendió a luchar por sus derechos con el arma de la no violencia, y en pocos años se convirtió en la figura simbólica, nacional e internacional, de una revolución protagonizada por los negros del sur de los Estados Unidos. Cuando la bala de un rifle le destrozó el cuello en la tarde del 4 de abril de 1968.
Martin Luther King Jr. y su movimiento habían conseguido importantes cambios en las estructuras de poder de la sociedad estadounidense.
Nació el 15 de enero de 1929 en Atlanta, Georgia, EUA. Fue su madre quien le enseñó que ese sistema de segregación no era el resultado de un orden natural. La batalla contra el racismo dejó cientos de muertos y miles de heridos en los Estados Unidos.La voz de Luther King traspasó el sur y los barrios negros para sonar confuerza entre los blancos pobres. Todo ocurrió de forma muy rápida, en la década de protestas masivas y de desobediencia civil que precedió a su asesinato.
Estados Unidos era entonces la primera potencia militar y económica del mundo, en la que, sin embargo, prevalecía todavía el racismo, una herencia de la esclavitud que esa sociedad tan rica y democrática no había sabido eliminar. Millones de estadounidenses de otras razas diferentes a la blanca se topaban en la vida cotidiana con una aguda discriminación en el trabajo, en la educación, en la política y en la concesión de los derechos legales.
Martin Luther King vivió de cerca ese sistema segregacionista en su ciudad natal, Atlanta, en Georgia, donde se dividía a negros y blancos en las escuelas, restaurantes, teatros, autobuses y hasta en las fuentes públicas para beber agua.
Fue su madre, Alberta Williams, hija también de un pastor de la Iglesiabautista, quien le enseñó que ese sistema de segregación no era el resultado de un orden natural, sino una condición social querida e impuesta por los hombres blancos.
Martin Luther King decidió pronto seguir el camino de su padre. Estudió teología en Boston y en octubre de 1954 se trasladó con su esposa, Coretta Scott, a Montgomery (Alabama), para ocupar su primer trabajo como pastor y predicador de la Iglesia bautista. Montgomery, la antigua capital de la Confederación durante la guerra civil de los años sesenta del siglo XIX, constituía un excelente ejemplo de cómo la vida de los negros estaba gobernada por los arbitrarios caprichos y voluntades del poder blanco.

La mayoría de sus 50.000 habitantes negros trabajaban como criados al servicio de la comunidad blanca, compuesta por 70.000 habitantes, y apenas 2.000 de ellos podían ejercer el derecho al voto en las elecciones. Allí, en Montgomery, en esa pequeña ciudad del sur profundo, donde nada parecía moverse, comenzaron a cambiar las cosas el primero de diciembre de 1955.
Ese día por la tarde, Rosa Parks, una costurera de 42 años, cogió el autobús desde el trabajo a casa, se sentó en los asientos reservados por la ley a los blancos y, cuando el conductor le ordenó levantarse para cedérselo a un hombre blanco que estaba de pie, se negó. Dijo no porque, tal y como lo recordaba después Martin Luther King, no aguantaba más humillaciones, y eso es lo que le pedía "su sentido de dignidad y autoestima". Rosa Parks fue detenida y comenzó un boicoteo espontáneo a ese sistema segregacionista que regía en los autobuses de la ciudad. Uno de sus promotores, E. D. Nixon, pidió al joven pastor baptista, casi nuevo en la ciudad, que se uniera a la protesta. Y ése fue el bautismo de Martin Luther King como líder del movimiento de los derechos civiles. Unos días después, en una iglesia abarrotada de gente, King avanzó hacia el púlpito y comenzó "el discurso más decisivo" de su vida. Y les dijo que estaban allí porque eran ciudadanos estadounidenses y amaban la democracia, que la raza negra estaba ya harta "de ser pisoteada por el pie de hierro de la opresión", que estaban dispuestos a luchar y combatir "hasta que la justicia corra como el agua".
Los 13 meses que duró el boicoteo alumbraron un nuevo movimiento social.Aunque sus dirigentes fueron predicadores negros y después estudiantes universitarios, su auténtica fuerza surgió de la capacidad de movilizar a decenas de miles de trabajadores negros. Una minoría racial, dominada y casi invisible, lideró un amplio repertorio de protestas -boicoteos, marchas a las cárceles, ocupaciones pacíficas de edificios...- que puso al descubierto la hipocresía del segregacionismo y abrió el camino a una cultura cívica más democrática. La conquista del voto por los negros sería, según percibió desde el principio Martin Luther King, "la llave para la solución completa del problema del sur".
Pero la libertad y la dignidad para millones de negros no podían ganarse sin un desafío fundamental a la distribución existente del poder. La estrategia de desobediencia civil no violenta, predicada y puesta en práctica por Martin Luther King hasta su muerte, encontró muchos obstáculos. A John Fitzgerald Kennedy, ganador de las elecciones presidenciales de noviembre de 1960, el reconocimiento de los derechos civiles le creó numerosos problemas con los congresistas blancos del sur y trató por todos los medios de evitar que se convirtiera en el tema dominante de la política nacional. No lo consiguió, porque antes de que fuera asesinado en Dallas (Texas) el 22 de noviembre de 1963, el movimiento se había extendido a las ciudades más importantes del norte del país y había protagonizado una multitudinaria marcha a Washington en agosto de ese año, la manifestación política más importante de la historia de Estados Unidos.El movimiento por los derechos civiles cosechó en los años siguientes frutosextraordinarios. Bajo el gobierno del demócrata Lyndon Baynes Johnson, sucesor de Kennedy, la Civil Rights Act de julio de 1964, a cuya firma asistió Martin Luther King, prohibió la discriminación en el trabajo por motivos de raza o género, y los trabajadores negros y las mujeres comenzaron a rechazar el tratamiento de segunda clase que se les daba en muchas industrias y servicios. Un año después, una radical modificación del sistema electoral garantizó el derecho al voto de los negros. King se lo había pedido de forma urgente a Johnson, en una reunión que mantuvieron en la Casa Blanca tras obtener el premio Nobel de la Paz de 1964. A finales de esa década, miles de negros habían sido elegidos en el sur como alcaldes, sheriffs o legisladores de los diferentes estados.No fue todo un camino de rosas. La batalla contra el racismo se llenó de rencores y odios, dejando cientos de muertos y miles de heridos. La violencia racial no era un fenómeno nuevo en la sociedad estadounidense.
Pero hasta el final de la II Guerra Mundial, esa violencia había sido protagonizada por grupos de blancos armados que atacaban a los negros y por el Ku Klux Klan, la organización terrorista establecida en el sur, precisamente, para impedir la concesión de derechos legales a los ciudadanos negros.

Desde la primavera de 1967, en un conmomerable discurso, Luther King ofreció un enérgico rechazo a la guerra de Vietnam, a la brutalidad de una contienda que llamaba a los negros a sacrificarse por una democracia que ellos "nunca habían experimentado".
Para muchos de sus antiguos aliados liberales, Martin Luther King ya no erasólo el defensor de los derechos civiles, sino un peligroso subversivo. King lo percibió, admitió ante los periodistas que en "una revolución social nosiempre se puede retener el apoyo de los moderados", que "las clases privilegiadas nunca abandonan sus privilegios sin una fuerte resistencia".
Y comenzó a mostrarse triste, abandonado, a temer una reacción derechista, a sentir miedo a la muerte, él que había sufrido la cárcel, varios atentados fallidos, incontables humillaciones.
El 04 de abril de 1968 llegó a Memphis (Tennessee) para apoyar una huelga de basureros negros. Esa misma noche, en el que sería su últimodiscurso, les dijo que conseguirían "la Tierra Prometida". Al día siguiente, por la tarde, en el balcón de su habitación del hotel Loraine, un solo disparo acabó con su vida. Tenía 39 años. El asesino, un hombre blanco que se llamaba James Earl Ray. Cuando se conoció su muerte, la rabia y la violencia se propagaron en forma de disturbios por más de un centenar de ciudades, el final amargo de una era de sueños y esperanzas. Lo dijo su padre, el predicador bautista que le había inculcado los valores de la dignidad y de la justicia: "Fue el odio en esta tierra el que me quitó a mi hijo".



miércoles, 3 de diciembre de 2008

Iglesias protegiendo la creación de Dios

En cierta ocasión me llegó una presentación de Power Point imaginando qué sería nuestra vida en el año 2070. La presentación era bastante cruda: falta de agua, enfermedades diversas, guerras por los últimos recursos energéticos, etc.
Hay que decir con toda verdad que esta realidad ficticia no está muy lejos de convertirse en algo real. Ya estamos viendo cambios climáticos, escasez de combustibles, deshielo de los nevados, reducción del agua para consumo humano, etc.
La pregunta es ¿qué hacemos los cristianos ante éstas realidades? ¿Debemos ser indiferentes y esperar a que los gobiernos tomen acciones mientras nosotros esperamos de brazos cruzados?.
La respuesta es NO. Dios nos ha dado su creación para ser sus mayordomos. Los cristianos tenemos la obligación de hacer algo práctico.
Hay muchas experiencias interesantes que han estado realizando ya algunas iglesias y nos pueden servir de modelo.




Por ejemplo, un pastor y amigo de la PCUSA (Norman Fong) realiza cada cierto tiempo marchas pacíficas o plantones frente al templo con letreros para reflexionar. Todas las personas que pasan, quedan con la idea de cada mensaje. Carteles y fotos dejan huella en nuestra mente y nos ayuda a reflexionar.







Una experiencia más cercana fue la de los jóvenes del Km.13 que inflaron globos con un mensaje reflexivo contra la contaminación de la Doe Rum en la Oroya y lo repartieron en la Av. Abancay y luego fueron a la entrada del congreso para darlo a algunos congresistas.

Actividades tan simples como éstas, si bien es cierto no resuelven el problema de la destrucción de nuestro ecosistema, ayudan a que cada día existan más personas preocupadas e interesadas en hacer algo para evitar la contaminación de nuestro hábitat.
Debemos comenzar desde los más sencillo, como es evitar que un niño bote basura al suelo, hasta que Dios permita que las iglesias en conjunto podamos ir a lo más grande, como trabajar en las esferas del gobierno, impulsando el respecto por las leyes de protección ambiental y la práctica de las mismas.

Oremos para que nuestras congregaciones vayan sembrando esta responsabilidad desde los niños y niñas de la Escuela Dominical hasta los presbíteros y pastores.

Ps. Eduardo Arboccó