En cierta ocasión me llegó una presentación de Power Point imaginando qué sería nuestra vida en el año 2070. La presentación era bastante cruda: falta de agua, enfermedades diversas, guerras por los últimos recursos energéticos, etc.
Hay que decir con toda verdad que esta realidad ficticia no está muy lejos de convertirse en algo real. Ya estamos viendo cambios climáticos, escasez de combustibles, deshielo de los nevados, reducción del agua para consumo humano, etc.
La pregunta es ¿qué hacemos los cristianos ante éstas realidades? ¿Debemos ser indiferentes y esperar a que los gobiernos tomen acciones mientras nosotros esperamos de brazos cruzados?.
La respuesta es NO. Dios nos ha dado su creación para ser sus mayordomos. Los cristianos tenemos la obligación de hacer algo práctico.
Hay muchas experiencias interesantes que han estado realizando ya algunas iglesias y nos pueden servir de modelo.
Por ejemplo, un pastor y amigo de la PCUSA (Norman Fong) realiza cada cierto tiempo marchas pacíficas o plantones frente al templo con letreros para reflexionar. Todas las personas que pasan, quedan con la idea de cada mensaje. Carteles y fotos dejan huella en nuestra mente y nos ayuda a reflexionar.
Una experiencia más cercana fue la de los jóvenes del Km.13 que inflaron globos con un mensaje reflexivo contra la contaminación de la Doe Rum en la Oroya y lo repartieron en la Av. Abancay y luego fueron a la entrada del congreso para darlo a algunos congresistas.
Actividades tan simples como éstas, si bien es cierto no resuelven el problema de la destrucción de nuestro ecosistema, ayudan a que cada día existan más personas preocupadas e interesadas en hacer algo para evitar la contaminación de nuestro hábitat.
Debemos comenzar desde los más sencillo, como es evitar que un niño bote basura al suelo, hasta que Dios permita que las iglesias en conjunto podamos ir a lo más grande, como trabajar en las esferas del gobierno, impulsando el respecto por las leyes de protección ambiental y la práctica de las mismas.
Oremos para que nuestras congregaciones vayan sembrando esta responsabilidad desde los niños y niñas de la Escuela Dominical hasta los presbíteros y pastores.
Ps. Eduardo Arboccó
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